Navidad de 1914: cuando la humanidad derrota la guerra

«All together now» (Ypres, Bélgica): estatua que representa la tregua de la Navidad de 1914 (Wikipedia).

Hay una escena de Senderos de gloria que siempre incomoda. El general Mireau avanza con paso firme por las trincheras de uno de los frentes más duros de la Gran Guerra, al norte de Francia. De vez en cuando, se detiene ante algún soldado y, mirándole fijamente a los ojos, pregunta con voz dura y automática:

 — ¿Estás dispuesto a matar alemanes?

Los soldados, con el miedo dibujado en el rostro, responden lo que se supone que deben responder ante semejante pregunta:

 — ¡Sí, señor!

Pero todos sabemos que la respuesta auténtica, la que no pueden decir, es esta:

 — ¡No! No quiero matar a nadie y no quiero estar aquí.

La Gran Guerra empezó con la idea —bastante ingenua— de que duraría poco. “En Navidad estamos de vuelta”, escribían muchos en sus cartas. Pero no fue así. La contienda nació del afán nacionalista por fabricar enemigos, y miles de jóvenes fueron enviados a luchar por algo que no entendían.

Tampoco lo entendieron los soldados alemanes y británicos que, en aquellas mismas trincheras, se disponían a celebrar —bajo un frío extremo— la Navidad de 1914.

La mayor amenaza

En 2014 hablé de este anuncio. Y de la llamada “Tregua de Navidad” que tuvo lugar aquel 24 de diciembre de 1914. Así lo describía Henry Wilson, un soldado de 19 años, en carta a su madre:

“Ayer, los británicos y los alemanes se reunieron, se dieron la mano en el suelo entre las trincheras e intercambiaron recuerdos. Sí, todo el día de Navidad, y mientras escribo. Maravilloso, ¿no?

Hoy, ante el absurdo de tantas guerras que seguimos viendo en el mundo, vuelve a mi memoria esa historia y aquel anuncio. Me parece un buen momento para recordarlo. En aquella ocasión, unos soldados exhaustos descubrieron que también el enemigo es una persona.

¿Por qué será que, cuando evocamos —aunque sea de forma indirecta— que el nacimiento de un Niño cambió la historia para siempre, el corazón humano se enternece? ¿Por qué será que, entonces, nos descubrimos más humanos?

Lo que sucedió el 24 de diciembre de 1914 no hay orden militar que pueda explicarlo. Fue la humanidad irrumpiendo donde, aparentemente, no podía haber esperanza.

Esa noche —y durante las horas siguientes, que en algunos sectores se prolongaron dos o tres días— quienes eran enemigos hicieron lo que los manuales consideran una amenaza directa para la guerra: hablaron, rieron, fumaron juntos, compartieron comida, enterraron a sus muertos con respeto… y jugaron al fútbol, sí.

¿Qué sucedió realmente? Descubrieron que el enemigo no era un monstruo, sino alguien como ellos. Y eso no es compatible con la guerra.

La noche que la guerra falló 

La tregua de aquella Navidad nos recuerda una verdad que a menudo olvidamos: la guerra solo funciona cuando deshumanizamos al otro; la paz, en cambio, comienza cuando nos miramos con amor, reconociendo al otro como a un igual.

La Navidad de 1914 demostró que la fraternidad no es ingenua ni dulzona, sino profundamente disruptiva. Que el corazón humano tiende más a la paz que al odio. Y que la pregunta de Mireau en Senderos de gloria solo funciona cuando no podemos permitirnos mirar a los ojos del que tenemos enfrente.

En la Navidad de 1914, la guerra falló.

Falló porque aquellos hombres supieron mirar.

Falló… durante unas horas.

Vale la pena volver a recordar ese día para que la guerra —también la que vivimos en lo cotidiano— vuelva a fallar una vez más.

¿No os parece?

10 respuestas

  1. Me encanta Alfonso!
    Esta es nuestra filosofía, apostar por la paz y el diálogo siempre, tal y como dijiste en el discurso de inicio de curso, aunque las cosas estén muy mal, siempre seguir insistiendo y no desfallecer en ese camino. La guerra no es una opción. Por cierto, qué pena la poca cobertura mediática de lo que está sucediendo en Nigeria. Un abrazo

    1. En efecto, María. Nuestra filosofía apuesta siempre por el diálogo para resolver los conflictos. Esa es la forma humana de solucionar los problemas, la fuerza y el odio nos deshumaniza; y, al renunciar a la razón, el odio -agrandado por la tecnología- puede hacernos enormemente destructivos, y convertirnos en más animales que la peor de las bestias.

  2. Me parece que puede ser un regalo estupendo para todos esos familiares y amigos que tenemos en los grupos de WhatsApp. Te parece ?
    Un abrazo y Feliz Navidad.
    Josele Sotomayor.

    1. Por supuesto. Puede ser un gran regalo compartirlo con amigos y familiares. Puede ser una suerte de felicitación navideña que ayude a reflexionar. Muy buena idea

  3. Ojala los dirigentes de gobiernos tuvieran esta misma visión. Pienso en los muchos jóvenes y no tan jóvenes que luchan por los intereses de otros y que mueren en el intento, sin entender. Nosotros podemos poner nuestro grano de arena en el entorno en el que nos movemos cada día, creando entornos de acogimiento y paz. La guerra no es una opción, también lo pienso. Gracias por transmitir y reforzar estos pensamientos.

    1. Gracias a ti, Marta, por tu comentario y por tu apoyo. Es una responsabilidad grande la que asumimos. Y más en la universidad, donde los problemas deben afrontarse con actitud reflexiva y dialogante. Espero que todos, en UIC Barcelona, contribuyamos con nuestra ciencia y nuestra investigación a construir un mundo más habitable

  4. Como siempre, buenas reflexiones con ocasión de un buen anuncio. El anuncio de Sainsbury, en estas fechas próximas a la Navidad, resulta muy emotivo. Nos ponemos en el lugar de esos jóvenes metidos en una contienda que será larga y cruel y nos damos cuenta de lo absurdo de las guerras.

    Por otra parte, la Tregua de Navidad del 1914 me recuerda​, aunque a otro nivel, las Asambleas de Paz y Tregua (Pau i Treva) de la época medieval catalana, creadas para evitar la violencia feudal y asegurar que no hubiera robos, violencias ni asaltos durante algunos días señalados, especialmente ​domingos y festivos de carácter religioso.

    1. Muchas gracias, M. Mercé. Como siempre, das en el clavo. Por que el origen de la «tregua de Navidad», arranca de la Edad Media y de una civilización que se autocalificaba de cristiana. Este hecho histórico de la Navidad de 1914 se ha convertido en el paradigma de la tregua navideña, pero es sin duda heredera de las treguas medievales en aquella época de tradiciones cristianas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *